SAMURAI <br /> <br />Un samurai anónimo del siglo XIV, <br />cuando escribió su credo de guerrero <br />declaró con decisión sagradas cosas: <br />No tengo padres; por tanto serán ellos <br />la Tierra, el Cielo, el Universo entero. <br />Carezco de hogar y solamente <br />mi propia conciencia puede serlo. <br />No temo a la vida ni a la muerte, <br />pero mi respiración serán las dos, <br />con el honor como poder divino, <br />ya que carezco de divinos poderes. <br />No tengo medios de ninguna clase, <br />salvo la decisión de ser guerrero. <br />Desconozco los secretos mágicos <br />que puedan hacerme invulnerable, <br />siendo mi mejor secreto <br />la fortaleza, el dominio y el carácter. <br />Mi cuerpo, aunque débil y gastado, <br />aún tiene valor y resistencia <br />para luchar con singulares métodos. <br />Mis ojos, ya vencidos por el tiempo, <br />conservan, sin embargo, el fuego <br />y el resplandor fulmíneo del rayo <br />que danza en la mitad del universo. <br />Aunque falta el rumor a mis oídos <br />percibo la creación poética <br />y el canto de las aves dentro. <br />Mis miembros casi no responden <br />y la presteza la llevo en el cerebro. <br />Si me falta resistencia, entonces <br />la reemplazo con mi pensamiento. <br />Los proyectos son escasos, pero <br />tomo siempre la ocasión al vuelo. <br />No creo en los milagros, aunque vivo <br />soberbio y solo milagrosamente. <br />Mis principios, pocos pero firmes, <br />los mantengo en toda circunstancia, <br />siendo el más poderoso y el primero <br />rechazar las condiciones humillantes <br />que el mundo deposita en mi balanza. <br />De tácticas carezco, y no por eso <br />me aterran la traición y la violencia, <br />mientras gozo el amor a plenitud <br />mezclando el corazón con el cerebro. <br />No soy rico en talento y sólo tengo <br />probidad y agudeza en contraparte. <br />Sin amigos ni enemigos voy atento <br />al peligro que puede aniquilarme. <br />Entrego mi armadura sin engaño <br />y al destino me acojo por entero. <br />Desprecio los palacios y los reyes <br />que cambio por la ley del pensamiento, <br />con la que viajo seguro y decidido <br />por los arduos caminos, solitario, <br />en tanto mi sable omnipresente <br />se dobla ante el buril de la palabra <br />que brota compasiva entre los sabios.
