CUADRAGESIMOPRIMER YO <br /> <br />Con amor y gallardía <br />crucé praderas y bosques <br />sobre un corcel de mil patas, <br />buscando las buenas causas <br />que defendieran sin tregua <br />menesterosos y débiles. <br /> <br />Las órdenes de mi alcurnia <br />fueron la envidia de reyes, <br />su admiración o desprecio. <br /> <br />Mi sangre noble y ardiente <br />bullía como un volcán <br />en mi ánima compasiva; <br />mis sentimientos y honor <br />eran limpios y elevados, <br />y a mi joven fortaleza <br />la transformaba en hombría. <br /> <br />Orgulloso de mi estirpe <br />y de mis escasos años, <br />empecé como escudero <br />cantando dulces tonadas <br />al compás de mi laúd. <br /> <br />Trabajé de mensajero <br />entre el Señor y su Dama, <br />siendo discípulo y criado, <br />a la vez que confidente, <br />dispuesto a bien celebrar <br />las hazañas de mi Amo. <br /> <br />Cuando gané las espuelas <br />los armeros me alabaron <br />calándome la armadura, <br />alistándome la lanza, <br />la espada y hasta el puñal. <br /> <br />Los heráldicos expertos <br />diseñaron en mi escudo <br />los símbolos más propicios <br />de mi nueva condición. <br /> <br />Adquirí los amuletos <br />que detienen la desgracia <br />antes de haber llegado, <br />y practiqué con valor, <br />en diferentes palestras, <br />lo de mi primer torneo. <br /> <br />Partí sin ningún temor <br />para riesgosas empresas, <br />y combatí a los paganos <br />al darme guante y pañuelo <br />encopetadas doncellas. <br /> <br />Otras de mayor edad <br />prefirieron obsequiarme <br />sensuales medias de seda <br />para lucir en mi yelmo, <br />relumbrante como el Sol. <br /> <br />Arribé a las poblaciones <br />pidiendo siempre noticias <br />de individuos depravados <br />que hubiesen alguna vez <br />raptado jóvenes vírgenes <br />cuando se hallaban dormidas. <br /> <br />Enfrenté a los hechiceros, <br />a implacables basiliscos <br />y a enfurecidos gigantes <br />devoradores de niños, <br />o viudas acongojadas <br />que imploraban compasión. <br /> <br />A veces regresé a casa <br />con cabezas de dragones <br />asidas contra la silla, <br />y hasta bellas damiselas <br />sentadas sobre la grupa <br />de mis caballos trotones. <br /> <br />Completé mis aventuras <br />llevando vino y canciones <br />a mis posibles amantes. <br /> <br />Pero un día descubrí <br />la calva bajo mi yelmo, <br />para burla de las damas, <br />que rieron sin detenerse <br />de mi silueta ya fofa. <br /> <br />Entonces me dediqué <br />a recordar mis andanzas <br />por los reinos enemigos, <br />a no pensar en mujeres <br />de cerebro casquivano, <br />ni en vírgenes desteñidas <br />con alma y cuerpo de loza. <br /> <br />Hoy me encuentro dedicado <br />a pulimentar mis versos, <br />mientras llega la Pelona <br />con su guadaña de acero <br />a desgajar limpiamente <br />la causa de mis desvelos, <br />que no es otra que la vida <br />del que ahora es hombre viejo.
