LA NIÑA DE LABIOS ROJOS <br /> <br />La niña de labios rojos <br />vive en la calle de los encuentros cálidos, <br />con su porte de reina y seductora voz. <br />Canta gozosa cuando se mira el rostro, <br />una canción de amor. <br /> <br />La niña de labios rojos <br />no fue a la iglesia de negros aldabones <br />y extensas alboradas; <br />vuela como un petrel mecido por el viento, <br />buscando libertad. <br /> <br />Algún mancebo arisco de espíritu acerado <br />robó la pulpa fresca de su fruto en sazón, <br />en tanto el paso raudo y cerril de la tormenta, <br />una noche de invierno, piafando enfurecido, <br />mostró total ausencia de estrellas y de mar. <br /> <br />En sus trémulos senos y pubis palpitante <br />florecen mil jardines de tácita lujuria; <br />ardientes artilugios entreabrieron su sexo <br />de gratas calideces y aromas desbordados <br />cual cáliz rebosante de impúdica pasión. <br /> <br />Palomas en bandada cruzan por sus pestañas, <br />soñadoras y crespas como apretado edén; <br />niña de labios rojos, pecado imperdonable <br />sobre mullida alfombra <br />donde duermen las ninfas creadoras del deseo. <br /> <br />Niña que a veces cruza por mi camino oscuro <br />buscando los atajos más cortos de la senda <br />donde se deja amar y penetrar el templo <br />de su lasciva estampa, <br />en una llamarada de crepitante fuego. <br /> <br />Flor y nata del mundo, niña de labios rojos, <br />borde de sangre y vino sobre un lagar antiguo, <br />trasnochadora ondina de alcobas embrujadas, <br />proclive al campo fértil que la llenó de ardor. <br /> <br />Bajo brillantes luces <br />aterrizó en Atenas, El Cairo y Estambul, <br />tras un vuelo que pasa <br />por la Ciudad Eterna, por Londres y París. <br /> <br />Niña de labios rojos que habita los oasis <br />surtidos de palmeras bajo el perfecto azul; <br />encanto de beduinos y tribus altaneras, <br />con soles que fatigan perennes caravanas <br />policromas y esbeltas <br />cuando pisan el manto de plenitud desértica <br />como arenosos dioses en mágico cojín. <br /> <br />La curva de los ríos la trajo por América <br />hasta las amplias calles del nuevo Medellín, <br />ciudad donde agonizan virtudes y creencias <br />entre las humaredas de mórbidos cigarros <br />comprados en las tiendas del viejo Guayaquil. <br /> <br />Niña de labios rojos que decidió quedarse <br />en este valle estrecho partido por un río; <br />pupila consentida de todos los burdeles <br />que se abren y se cierran igual que mariposas <br />habitantes de Lovaina, la gran Curva del Bosque, <br />también de Las Camelias, las principales vías, <br />el puto Barrio Antioquia y el turbio Maturín. <br /> <br />La niña de labios rojos hoy descansa en el olvido, <br />afincado en los terrenos de esta patria infernal, <br />mientras moteles ásperos de construcción maciza <br />prostituyen la impronta de un pretérito más fácil, <br />presente en otros años no tan crueles del país.
