Uno de cada tres votantes de Dippoldiswalde, una apacible ciudad de 13.500 habitantes en el estado alemán de Sajonia, apoyó a los ultranacionalistas del AfD en las pasadas elecciones legislativas. Muchas de esas papeletas estaban marcadas por el miedo:<br /><br />- “¿Qué va a pasar con mi pensión? Tengo que pagar impuestos que van a cubrir las necesidades de los refugiados y cuando traigan a sus familias tendré que pagar de nuevo”, explica un vecino.<br /><br />El perfil del votante medio de la AfD es el de un hombre residente en la zona oriental del país, la más empobrecida y la que más se ha sentido perjudicada por la llegada masiva de refugiados procedentes de Siria e Irak. El politólogo Werner Patzelt explica:<br /><br />- “Las protestas contra la inmigración comenzaron muy pronto en el este, y las elites del oeste reaccionaron diciendo que se quejaban de cosas que no eran realmente un problema. Si lo hace, decían, usted es un estúpido, un racista o ambas cosas, por lo que no vamos a escucharle más. Esto indignó a la gente. Así que cuando la AfD se ofreció a expresar toda esa indignación, les votaron encantados”.<br /><br />Lo cierto es que el 26% de los hombres y el 17% de las mujeres del este del país votaron a Alternativa para Alemania. Rolf Süssmann, portavoz local del AfD, defiende su derecho a vivir en la sociedad que desean:<br /><br />- “Aquí en especial, la mayoría de la gente no está de acuerdo con la idea de una sociedad multicultural, no la quieren y la política debe tenerlo en cuenta”.<br /><br />El discurso xenófobo y antiislam de la AfD ha calado en prácticamente todo el país, donde ha sido la tercera fuerza más votada con un 13% de apoyos. Sin embargo, resulta paradójico que donde más haya arraigado sea en el este de Alemania, la zona que menos refugiados alberga.<br />
