EL ROYAL DORMIDO SE APARTA DE SÍ MISMO, PUES ASÍ DORMIDO NI SE ALABA, NI SE CUIDA NI SE AMA EN LA REAL MAJESTAD. Aunque el funcionario royal españóbolo, Juanito Borbón, ha sido siempre un mal educado, tomando por norma dormitar en los actos oficiales, no podemos dejar soslayo en el escándalo protocolario que esto significa, una vez más y las que preciso fueren. Porque el sueño es la consecuencia de la desatención propia del descuido en el haberse con la vida, andando a hurto de los ojos lo que, acaso, nuestra vista y nuestra conciencia no quieren conocer. Por el sueño abandonará el ser el sentido de la realidad, ofuscándose con visionarias elucubraciones que ni vio Grecia ni vio Roma. Descubrirá los campos de la bucólica ensoñación y tomará medidas a las musas, pero abandonará las seguridades frente al descuidero y no atisbará las traidoras acechadas de la deslealtad, poniendo en peligro las piezas de queso o de fruta cuando no los dineros o el joyel de sus virtudes. Como un argonauta índico soñará con campañas ganadas en muchas batallas, cuyos campos recorrerá como el Gran Capitán, pero que, en realidad, serán fumarolas de espectros e ilusiones vanas, aunque crea en su ensueño que ha combatido las injurias de todos los diluvios, profesando admiración a hordas de caldeos, como a populosísimas y feraces tierras comparables a una Nínive o a una Babilonia, de ostentosos excesos, tanto como casi increíbles por desmedidos en todo su alcance. Porque, de acuerdo con el sistema lógico calderoniano: ¿qué hay quién intente reinar viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? porque al final cuán cierto es que los sueños: sueños son.