Existe hoy una pregunta que rebota en las mentes y corazones de una minoría de guatemaltecos conscientes e ilustrados. La respuesta la tienen, pero les cuesta trabajo aceptarla, primero por que no es fácil reconocerla frente a los demás, luego, por que no es una sola respuesta, más bien es una respuesta compuesta de varias otras.<br /><br />Hoy intentaré ayudarlos y ayudarme en esa necesaria e impostergable catarsis que significa dar una explicación más o menos comprensible del porque hemos trabajado tres décadas intentando construir un Estado democrático, justo, libre y prospero y al momento actual nos encontramos peor que cuando empezamos.<br /><br />Suelo ser optimista por naturaleza, de hecho creo que se puede caer en ser muy severo en un análisis de esta naturaleza, cuando se debe reconocer que treinta y cuatro años de ensayo democrático sitúan a Guatemala, en la escala etaria de acuerdo al tiempo político, como un país adolecente en su proceso de maduración democrática. Desafortunadamente para elaborar sobre este espinoso tema deberé hacer acopio de valor y realismo, pues no será cómodo comunicar la conclusión a la que he llegado en estos últimos meses, razón por la que me tome el tiempo para explicarles varios razonamientos en mi anterior programa a efecto de dar contexto y entendimiento a lo que hoy les comentaré.<br /><br />Existen tres elementos para dar respuesta a la pregunta del por que del frasco democrático de Guatemala. La primera es que somos en esencia una sociedad, ignorante, la segunda es que en consecuencia la clase dirigente y política reflejo de la sociedad también lo es y la tercera, obviamente consecuencia de nuestra fulminante ignorancia, es que no tenemos un sistema de justicia funcional y transparente que administre las leyes con eficiencia, trasparencia y en igualdad de condiciones para todos los ciudadanos, lo que en mi opinión constituye la piedra de cimiento sobre la que descansa un Estado democrático, sin justicia es extremadamente difícil construir condiciones de democracia, paz social y libertad.<br /><br />Elaborando entonces sobre estos tres elementos de nuestra respuesta, veremos que al ser ignorantes carecemos de capacidades, capacidades de hacer y de elegir. Amartya Sen -premio Nobel de Economía 1998- evoluciona en este mismo marco conceptual, argumentando que no es necesario ni se trata de elegir entre libertad e igualdad, sino de igualar las capacidades: las de elegir, encontrar y usar los medios para que cada individuo pueda realizar su proyecto de vida y se pregunta, “¿de qué sirve ser libre para elegir si no se puede o no se sabe elegir?” en conclusión al ser una sociedad de ignorantes, somos una sociedad de incapaces no calificados para ejercer el elemento esencial de una democracia que es la capacidad de elegir. Por ello tenemos la contundente evidencia de treinta y cuatro años eligiendo mal.<br />