Los etólogos (estudiosos del comportamiento) y cualquier persona que tenga una mascota sabe que los perros, gatos, etc. sienten celos, ternura, agresividad, dolor, etc., afecciones características de los seres dotados de ánima (es decir, los animales). Y es que la palabra castellana animal procede de la latina ánima, alma. Como la noción de ánima vulgarmente implica la vida -los seres sin vida se les denomina inanimados- alguien con nivel emocional bajo, decimos que está desanimado. El alma, también, se asocia a la subjetividad, a la capacidad de reflejar al mundo desde el interior. Todas las características anteriores se dan en los animales, y son resultado de la actividad del sistema nervioso, funciones anímicas. <br /><br />Aristóteles escribió la obra "Investigación sobre los animales". En ella subraya la continuidad y gradación de las diferencias psíquicas entre hombres y animales. Hay muchas semejanzas entre ambos, en particular el comportamiento de los niños y el de los monos en su infancia. <br /><br />La evidencia de Aristóteles fue sustituida históricamente por el mito antropocéntrico del presunto abismo entre hombres, como hijos de Dios, portadores de almas inmortales, y los animales como mecanismos, como simples cosas. Uno de los principales defensores de dicho mito fue Descartes en el siglo XVII. Esta mezcla de superstición y filosofía cartesiana bastó para negar la evidencia, hasta que la biología se constituyó como ciencia con Darwin. <br />En el año 1871 Charles Darwin publicó "The descent of man, and selection in relation to sex" ("El origen del hombre, y la selección en relación al sexo"); donde expresó con rotundidad: "no hay diferencia fundamental entre el hombre y los mamíferos superiores en cuanto a sus facultades mentales".
