Él es Simón y, como muchos otros, juega videojuegos desde que era pequeño. Solo que, en su caso, se convirtió en una adicción que hizo su vida más difícil.<br /><br />Antes de llegar a los 15, jugaba mucho a los videojuegos, pero no tanto como para que arruinara sus calificaciones o afectara otros aspectos de su vida. Luego, sus amigos le mostraron un juego online competitivo. Jugaban juntos, hablaban a través de micrófonos y se divertían mucho mientras trabajaban como equipo. <br /><br />Simón pasaba todo su tiempo libre jugando, muchas veces hasta la mañana. Por supuesto, en la escuela siempre estaba exhausto. Y cuando no lo estaba, no podía dejar de pensar en el juego. Miraba videos sobre él, leía noticias y exploraba nuevas estrategias. Apenas regresaba a casa, volvía a jugar.<br /><br />En general se convencía de que jugaría un poco y luego haría la tarea y los demás deberes, pero luego quería dedicarle una hora más, luego dos, tres, cinco, y de pronto ya era de día.<br />A esa altura, sus calificaciones empeoraron seriamente. Sus amigos se habían olvidado de él por estar obsesionado con el juego. Pero a Simón no le importaba, se estaba volviendo mejor, lo demás no lo preocupaba.<br /><br />Las cosas empeoraron: comenzó a gastar dinero en el juego. Ahorraba el dinero del almuerzo y la mesada que le daban sus padres y con eso compraba cosas. Eran elementos puramente estéticos, no le daban ningún tipo de ventaja.<br /><br />Al principio sus padres no lo notaron porque trabajaban mucho y no tenían tanto tiempo libre. Eso también le permitía faltar a la escuela de vez en cuando. Y así continuó durante al menos medio año. Se las arreglaba para estudiar lo necesario para no reprobar, pero eso era todo.<br /><br />Simón se había vuelto muy nervioso, molesto y grosero al mismo tiempo. Discutía con otros jugadores y los insultaba. Lo gracioso era que él había visto gente así cuando comenzó a jugar, y siempre se reía. Pensaba que nunca se cruzaría al “lado oscuro” como ellos.<br /><br />Lo mismo le ocurría en la vida real: pasaba las clases deseando regresar a jugar, y se molestaba mucho cuando alguien intentaba hablarle de sus estúpidos problemas, o al menos le parecían estúpidos en ese entonces.<br /><br />Cuando sus notas empeoraron aún más y comenzó a reprobar, sus padres por fin notaron lo que ocurría y le quitaron la computadora. Simón intentó explicarles que valía la pena y que podía ganar millones como jugador profesional, pero no lo escucharon.<br />Así que hizo la única cosa “razonable” que se le ocurrió: ¡comenzó a jugar a una versión barata para teléfono! Pero pronto también se lo quitaron. Se molestó más que la primera vez y se rehusaba a hablar con ellos. Pero, con el tiempo, se dio cuenta de la situación en que se había metido…<br /><br />Antes de que su adicción comenzara, Simón era un buen estudiante. No genial, pero bueno. Ahora estaba reprobando casi todas las clases. ¡Sí, hasta deportes! Los maestros les explicaron a él y a sus padres que Simón