Madrid, 24 ene (EFE).- Que las noticias falsas (y las falseadas) son una de las principales amenazas para los sistemas democráticos y que su detección es uno de los grandes retos para los profesionales de la comunicación parece evidente a estas alturas.<br />Y también lo es que, como ante tantos otros fenómenos, hemos comprado para designarlo un anglicismo que puede llevarnos a banalizar su significado: eso de fake news suena menos contundente que los términos falsedad, desinformación, mentira, trola o paparrucha, por citar solo algunos. No solo eso, sino que además es absolutamente prescindible porque cuenta con innumerables alternativas en español.<br />En la Fundéu hace ya mucho que propusimos noticias falsas o falseadas como principal alternativa al omnipresente anglicismo fake news.<br />Ya en su momento explicamos que esas dos expresiones aportan matices distintos: una noticia falsa puede serlo porque falte a la verdad de forma involuntaria o porque lo haga de manera premeditada. En este último caso es más preciso hablar de noticias falseadas, expresión que indica a las claras que la adulteración se ha producido adrede.<br />UN OCÉANO PLAGADO DE CRIATURAS<br />Pero esas no son las únicas alternativas. El campo semántico relacionado con este asunto es más bien un vasto océano plagado de criaturas no siempre recomendables y a menudo francamente monstruosas.<br />La palabra más general, la especie más común, es la simple mentira (‘cosa que no es verdad’), una voz directa, clara y de sencilla comprensión, que —quizá por eso— se evita a menudo en el lenguaje políticamente correcto y se sustituye por el insulso adjetivo incierto («Eso de que yo tuve algo con tu novio es incierto», se oye a menudo en los programas del corazón).<br />Pero existir, las mentiras existen. Se mueven, impulsadas por la mendacidad de algunos (‘hábito o costumbre de mentir’), a través de las aguas revueltas de la desinformación (‘acción de dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines’), de la manipulación (‘intervención con medios hábiles y a veces arteros en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares’) y de la posverdad.<br />Esta última es una de las voces que se ha incorporado más recientemente a esta fauna abisal, y lo ha hecho, como tantas, procedente de las aguas del inglés (post-truth), para designar la ‘distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’. El ejemplo de uso que incluye el Diccionario lo deja claro: «Los demagogos son maestros de la posverdad».<br />En esas simas se mueven a sus anchas, además de la simple mentira, la impostura (‘fingimiento o engaño con apariencia de verdad’), la falsificación (‘algo falso o falto de ley’), la simulación (‘representación de algo, fingiendo o imitando lo que no es’) y la falsedad (‘falta de verdad o autenticidad’), todas ellas primas hermanas.