<br />La escritora y profesora de la Universidad Central de Venezuela, Eritza Liendo, nos habla en esta edición Del Buen Decir y Punto, sobre la utilización del verbo poner y colocar.<br /><br />Asegura que el verbo poner es tan versátil como vilipendiando. ¿La explicación para esta situación?: “¡Las únicas que ponen son las gallinas!”.<br /><br />Colocar, de hecho, es solo un matiz del verbo poner, y sus acepciones semánticas son más bien limitadas en comparación con las más de 40 que tiene el verbo poner.<br /><br />Precisa que el verbo colocar se refiere, en principio, a ubicar algo en el sitio específico que le corresponde, es decir, libros en la librería, mercancía en los anaqueles, hieleras en el congelador, etc.<br /><br />También se usa este verbo para hablar de invertir dinero o conseguir empleo, que es lo que hacen las agencias de colocación.<br /><br />Así, pues, resulta del todo inadecuado -“cuando no abiertamente ridículo”- usar expresiones como: “Me coloqué nerviosa”, “Llámame y nos colocamos de acuerdo”, “Fulanito se colocó de mal humor”, “Mi mamá se asustó y se colocó a pegar a gritos como loca” o “Apenas llegué a esa fiesta, me coloqué a bailar”.<br /><br />“Entienda que un libro se puede poner en el suelo, aunque lo ideal sería colocarlo en la biblioteca. Entienda que uno se pone nervioso ante la inseguridad… Sustituir, a mansalva, un verbo por otro no lo hace lucir ni más culto ni más elegante. Todo lo contrario, lo hace lucir afectado y fuera de lugar… Usted ubique las cosas donde deban estar… o déjelas por ahí… y póngase a tono con el buen decir… y punto”.