Desde horas de la mañana de ese lunes, el ambiente estuvo tenso, con un aire caliente y sin energía eléctrica, por lo que se mantuvo sentada en la acera del negocio donde trabaja en la calle Jesús de Galíndez, en San Cristóbal.<br /><br />Lo que Águeda, de 59 años, nunca pensó es que mientras escapaba del calor de la infraestructura; los escombros y cristales de una explosión a pocos metros de donde estaba, la atraparían haciéndola perder el conocimiento, provocando lesiones en su pierna izquierda y marcaría su vida para siempre.
