En elaborados ejercicios que comenzaron a mediados de los 70, ella y sus colegas enseñaron a algunos bonobos y chimpancés comunes a asociar los símbolos con una variedad de cosas, gente y lugares dentro y cerca del laboratorio. Los alumnos más inteligentes incluso parecían aprender a diferenciar categorías abstractas, identificando imágenes de objetos como herramientas o comida. La doctora Rumbaugh informó que dos de los chimpancés aprendieron a usar los símbolos para comunicarse entre ellos. Sentados frente al teclado, uno de ellos le habría dicho al otro dónde encontrar una llave que liberaba una banana. Lo más impresionante de todo fue lo hecho por un bonobo llamado Kanzi. Luego de tratar, sin éxito, de enseñarle a la madre de Kanzi a utilizar el teclado, los investigadores encontraron que el bebé de 2 años y medio, que aparentemente sólo había estado dando vueltas por allí, había desarrollado un impresionante vocabulario propio. Kanzi fue enseñado no en clases estructuradas con gran esfuerzo, sino en largos paseos a través de los 50 acres de bosque que rodean al Centro de Lenguajes. A los seis años, Kanzi había adquirido un vocabulario de 200 símbolos y estaba construyendo lo que podría tomarse como frases rudimentarias, consistentes en una palabra combinada con un gesto, u ocasionalmente dos o tres palabras. Rumbaugh se convenció de que la exposición al lenguaje debía comenzar antes y que las lecciones debían ser gobernadas en base a la curiosidad de los animales.