En Ramos Mejía, a solo cuatro cuadras de una comisaría, los vecinos enfrentan una ola de inseguridad que ha transformado su vida cotidiana. Robos violentos y asaltos son parte del día a día, obligando a los residentes a invertir en cámaras de seguridad y rejas para protegerse. La falta de patrulleros operativos y la ineficacia del sistema judicial han dejado a la comunidad en un estado de impotencia y temor. Testimonios conmovedores revelan cómo las personas mayores y familias con niños viven como rehenes en sus propias casas, temiendo salir incluso durante el día.
