La humanidad, al menos en Occidente, siempre anheló conquistar la inmortalidad. En el siglo XVII, con la ciencia, su método y sus promesas de progreso indefinido, ese deseo pareció adquirir otro pulso. Sin embargo, nada fue demasiado serio hasta el presente, cuando las revoluciones de la biología molecular, la informática y la inteligencia artificial llevan el tema a otro nivel. Tanto que son los propios jefes de Estado de las naciones más poderosas del mundo quienes coquetean con la idea de –sencillamente– vivir para siempre.<br /><br />
