Desde su reunificación en 1990, Alemania ha evolucionado sus políticas migratorias para integrar la reunificación familiar, el asilo y la migración laboral, reconociendo el valor de los trabajadores extranjeros para su economía. Sin embargo, la crisis migratoria de 2015, marcada por un aumento drástico en la llegada de personas, puso a prueba al país y evidenció una dicotomía persistente: la necesidad de talento cualificado frente al temor a la sobrecarga de sus sistemas sociales. Actualmente, Alemania se enfrenta al desafío de equilibrar estas necesidades en medio de un aumento de la xenofobia y el racismo, lo que pone en duda la estabilidad y el bienestar de los migrantes que han hecho de este país su hogar.
