<p>Un año y un mes han bastado para que el vacío dejado por López Obrador adquiera forma, y Sheinbaum Pardo se erija en el único astro gravitacional del relato. </p><p>La timidez de las nacientes nebulosas —la azul de Romero y la de Salinas Pliego, que no termina de convencernos de ser algo más que estrategia fiscal— ha dejado al movimiento guinda flotando libre en su solitaria órbita.</p><p>Así, superada la resaca de la sucesión morenista, los cuerpos celestes comienzan a definirse: lo que estaba disperso empieza a condensarse y los fragmentos errantes, son expulsados del campo gravitacional.</p>
