Olga Molina y su esposo llegaron al Mercado Juárez, en el Centro de Monterrey, cargando algo más que una pequeña caja de zapatos. Dentro, con cuidado y respeto, llevaban un Niño Dios maltratado, ennegrecido por el tizne, pero sin fisuras. Una figura que, tras ser rescatada de una chimenea, desde hace cuatro años forma parte de su hogar y de su fe.
