Gerianne Alexander, Teresa Wilcox y Mary Elizabeth Farmer, psicólogas de Texas A & M University, han publicado un trabajo (Hormones and Behavior, 2009, vol. 56: 498-502) que relaciona los niveles de testosterona prenatal con la preferencias por el juego en niños y niñas. A la edad de tres años chicos y chicas muestran diferencias en sus preferencias de juego. Los chicos tienden a jugar más que las chicas con pelotas, vehículos y juguetes de construcción, y prefieren jugar con grupos más numerosos que las chicas. En qué medida estas diferencias son debidas a una suerte de programación biológica o son el resultado de la presión social es materia de intenso debate. Aunque parece ser que la exposición uterina a distintos niveles hormonales podría inducir la preferencia por unos u otros tipos de juguetes, no se ha investigado aún cuáles pueden ser el efecto de la elevación perinatal de los niveles de hormonas sexuales en el comportamiento infantil.