Nuestra existencia está formada por invisibles elementos fundamentales que se escapan a nuestra percepción diaria. Microscópicas partículas que configuran un mundo donde todo cuanto sucede parece violar las reglas de nuestro rutinario universo. Sin embargo, ahí están, desafiando en cada instante nuestras leyes de la lógica. A pesar de ser un mundo en miniatura, configuran unos de los mayores misterios de la realidad. El físico David Bohm, antiguo discípulo de Einstein, tenía una visión de la realidad distinta a la de sus colegas. Una de las cuestiones con las que discrepaba, estaba relacionada con la comunicación que se establecía entre las partículas entrelazadas, a una velocidad superior a la de la luz.
