Ya ha transcurrido más de medio siglo desde el primer trasplante de órganos en humanos, sin olvidar que los primeros intentos con animales datan de finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, la realización de los primeros trasplantes se restringía a individuos relacionados genéticamente, pues el rechazo del injerto era una norma en otros casos. Resulta lógico suponer que el desarrollo de la técnica de trasplante para los diferentes órganos es el resultado de importantes avances en el campo de la cirugía. No obstante, como muestra la historia reciente, la revolución en esta técnica data de los años ochenta del siglo pasado, y es el resultado del desarrollo y de la aplicación de nuevos fármacos: los inmunosupresores. Este hecho permitió prolongar notablemente la supervivencia del paciente, pero su efecto sobre el sistema inmunitario del huésped producía un elevado riesgo de infecciones oportunistas. Una vez más, la respuesta a las dificultades provino de la farmacología, mediante el desarrollo de nuevos productos capaces de prevenir y combatir las infecciones que se presentaran durante el postrasplante. En la actualidad, las cirugías de trasplante de órganos son tratamientos para numerosos casos de disfunción orgánica terminal, que ofrecen una supervivencia con elevada calidad de vida a un número cada vez mayor de individuos.
