De acuerdo con las Naciones Unidas, se calcula que hacia fines del siglo XX alrededor de 40 millones de personas se encontraban infectadas con el VIH, agente etiológico del sida; y el 90% de esas personas pertenecían a países en desarrollo.
El sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es una enfermedad que tiene su origen en un retrovirus, y que se caracteriza por conducir al huésped hacia una profunda inmunodepresión. Este quiebre en la homeostasis inmunitaria produce graves consecuencias, entre las que se puede mencionar a las infecciones oportunistas, a las neoplasias secundarias y a las manifestaciones neurológicas de la enfermedad. Aunque en el inicio de la historia de esta afección se pensaba que se hallaba circunscrita sólo a grupos marginales o socialmente segregados, en la actualidad se considera que prácticamente todas las personas están en riesgo de infectarse y desarrollar esta dolencia.
Dada la magnitud del problema que representa en la salud pública mundial, se han redoblado los esfuerzos en la investigación sobre los aspectos más oscuros de su estructura, función, relación con el huésped, como también en la terapéutica farmacológica. En el presente, es posible comprender los extraordinarios avances que se han realizado sobre el conocimiento de la enfermedad y el desarrollo de nuevos tratamientos. Sin embargo, aún resta transitar el camino hacia el objetivo final de la ciencia: la curación definitiva.
